sábado, septiembre 23, 2006

El último renacentista

Uno de los personajes del siglo veinte que yo más he admirado y respetado con mucha fuerza es indudablemente al que yo llamo "el último renacentista": Albert Schweitzer.
A través de estas modestas líneas quisiera honrar a esta persona realmente notable y simultáneamente acercarla a las generaciones más jóvenes que posiblemente no han escuchado mucho o tal vez nada de este extraordinario hombre que, tal vez, junto con un Gandhi y un Einstein- cada uno en su ámbito- son mis personajes destacados de esa centuria.
Nace este hombre multifacético en 1875 en Alsacia (Elsass en alemán), en aquel entonces territorio alemán. Hijo de pastor luterano. Tempranamente manifiesta sus inclinaciones por muchas disciplinas. Desde luego, al igual que su padre, estudia teología llegando a doctorarse. A la vez su inclinación por la música es notable y, muy cercano a la religión protestante, le encanta el organo, estudiando con destacados maestros de la época, Eugen Munch y Charles Maria Widor. Este último lo incita a profundizar y a estudiar la vida y la obra del que fuera de por vida su compositor predilecto: Juan Sebastian Bach, del cual escribe la biografía más notable de este maestro del barroco y de todos los tiempos.
Por si esto fuera poco, estudia además filosofía y, como broche de oro, estando ya consagrado en el medio artístico y musical en toda Europa con todos estos pergaminos de concertista, teólogo,filósofo, se decide, a sus 30 años de edad, estudiar medicina para ir a ejercer como médico a las profundidades de Africa.
Su pensamiento era que el hombre blanco, después de haber diezmado y explotado a ese continente en la forma que lo hizo con la naturaleza y con sus habitantes negros, debía retribuírle a ese mundo tan atrasado con ayuda humanitaria desinteresada para mejorar al menos en algo sus condiciones paupérrimas de vida.
Y efectivamente, después de recibirse de médico a los 38 años de vida, (su tesis doctoral se titula: "Retrato siquiátrico de Jesús"), y recién casado con una enfermera alemana, se dirige a uno de los rincones más miserables del continente negro, a orillas del río Ogove, en Gabón- costa occidental africana- y funda ahí en 1913 su mítico hospital de Lambaréne.
Para ello usa fondos propios, se endeuda,y sin ayuda estatal de ninguna naturaleza, crea una de las obras privadas más carismáticas para ayudar a los más pobres de los pobres, los leprosos, desvalidos, los enfermos de las terribles enfermedades tropicales, en fin, una obra de CARIDAD así con mayúsculas. Ahí, en medio de la selva africana, viviendo en modestas barracas se sentía feliz atendiendo a sus "negritos" como él llamaba a sus pacientes que llegaban a este hospital de distancias inimaginables.
El financiamiento para la mantención de este centro hospitalario lo logra a través de periódicos viajes que él realiza a Europa fundamentalmente para dar conciertos, conferencias, la publicación de la biografía de Bach y otros estudios filosóficos y teológicos. Ocasionalmente entidades particulares aportan parte de los fondos para este loable fin.
Durante 10 años no pisa suelo europeo, continente que ardía en llamas. Recién terminada la guerra vuelve para, entre otras cosas, pregonar junto a Bertrand Russell, Albert Einstein y otros destacados, la paz en el mundo y contra las armas nucleares.
Por toda esta vasta obra se le confiere merecidamente en 1952 el Premio Nobel de la Paz, dineros que, a su vez, los invierte en Lambaréne.
Con esta suscinta biografía no me digan que fue uno de los hombres más destacados.
Y ahora comprenderán porqué lo he llamado "el último renacentista". Hombre múltiple: organista, pianista, constructor de órganos, teólogo, filósofo, médico, pacifista, filántropo, etc. No les recuerda esto algo a un Leonardo da Vinci, un Galileo, un Michelangelo?
Pero como fue protestante luterano no pudo ser canonizado... mejor así. Fue hombre de carne y hueso y San Albertos ya hay muchos.
Por eso digo irónicamente, si en esos concursos de belleza me preguntaran a qué personaje yo admiro más profundamente, diría...ALBERT SCHWEITZER.
Schweitzer falleció en 1965 a la avanzada edad de 90 años. Sus restos reposan en...Lambarene junto a su esposa.