lunes, septiembre 11, 2006

Respuesta a mi amigo Hugo Olea

En respuesta a tu comentario en mi artículo sobre anécdotas musicales me pides que haga una referencia a mi educación musical. Amen!
Parece bastante común que en la generación que actualmente anda por los ochenta (mis padres), y más aún de ascendencia alemana, era muy normal que en casa alguien tocara algún instrumento musical. Es el caso de mis padres y otros antepasados en donde no podía faltar el piano en el salon de la casa.
Y para no desentonar, nosotros los cuatro hermanos tuvimos clases de piano. Dos desertaron en el camino y quedé yo con mi hermano menor que hasta el día de hoy tocamos regularmente este hermoso instrumento. Pero yendo a mi caso en particular:
Mi madre empezó a darme las primeras lecciones de piano cuando tendría yo unos 6 ó 7 años. Esto por el lapso que estuve en la casa de campo en donde vivíamos hasta que me fui a la cuidad. Ahí entré en Osorno al Conservatorio "Carolina Klagges". Posteriormente me fui a Concepción en donde tuve sólo clases particulares con el destacado maestro Roberto Ide Pereira (cuñado de Juan Antonio Ríos). Esto fue hasta cumplir 18 años y entrar a la Universidad. Por incompatibilidad de horarios y exceso de estudio abandoné las clases pero jamás la interpretación del piano.
En realidad la base que me dio este profe fue extraordinaria. De ahí en adelante he cultivado la interpretación en forma absolutamente personal y hasta el día de hoy toco cuando la oportunidad se me presenta. Es el mejor relajante que hay. Para mí es la droga más efectiva contra stress; es relajo al máximo, es TODO.
En relación a la observación sobre el trabajo que hizo el destacado musicólogo penquista don Hermann Kock cuento lo que recuerdo. Lo que sé al respecto es un artículo aparecido en el diario "El Sur" hace tal vez unos tres años.
Ahí cuenta don Hermann que dedicó una gran parte de su vida (que no fue corta), a investigar en la fuente misma (o sea Alemania) la vida, la obra y más que eso, el arbol genealógico de Juan Sebastian Bach.

De dicho trabajo de décadas salió una obra majestuosa, se decía incluso que podría acercársele a LA gran obra insuperable que existe en el mercado y que es la biografía y el estudio de la vastísima obra del maestro de Eisenach nada menos que de Albert Schweitzer. (Sobre él escribiré más adelante).
Este trabajo de don Hermann desgraciadamente no salió en Chile sino que fue publicado en Alemania solamente y en ese idioma obviamente. Estimó que no era rentable traducirlo y sacarlo aquí en Chile al mercado en donde decía, que por la poca venta que iba a tener realmente no se podía hacer.
Lamentable. Lo que demuestra que conocía muy bien los gustos y tendencias de este público al que, por otro lado, él siempre quiso mucho e hizo muchísimo por elevar el nivel educacional y especialmente el musical en la juventud. Recordemos los festivales corales. Cuántos coros habrá dirigido y fundado en las escuelas y colegios de la región.
Un gran hombre don Hermann, el hombre de la pipa y su largo pelo cano. Merecido el Premio Municipal de Arte que se le otorgó, no recuerdo el año.

Y saliéndome del desafío planteado por Hugo, al que espero haberle dado respuesta satisfactoria, y sobre todo a mis lectores, paso a comentar otro punto que se me olvidaba escribir en mi artículo en comento.
De verdad, no sé cómo decirlo. Si hubiese un deseo que me gustaría cumplir, es uno muy especial y de seguro dará para más que una sonrisa sarcástica a algun lector. Deseo entre otros se entiende y no el más trascendente, obvio. Mera curiosidad.
Saben cuál? Resucitar a los grandes compositores que ha tenido la humanidad y que en ese momento pudieran escuchar cómo se interpretan en la actualidad sus obras.
Por ejemplo qué diría Bach al escuchar a Glenn Gould tocar sus Variaciones Goldberg. Creo que le pegaría con una varilla en las manos a este pianista que personalmente no entiendo cómo se puede considerar un gran intérprete de Bach. Para mi, que entiendo de música y toco esa obra (malamente se entiende), es una interpretación horrible por muchas razones técnicas y musicales que no voy a detallar en honor al tiempo y la paciencia de mis lectores.
O qué diría Beethoven escuchar al malamente famoso Artur Rubinstein tocar una sonata de él. Se horrorizaría y saldría arrancando a metro ochenta. También un espanto de interpretación. Y suma y sigue.
Sí creo que Beethoven estaría feliz escuchando a Claudio Arrau y lo felicitaría. Igualmente si escucha a Daniel Barenboim.
En fin, hay mucho tema pero llego hasta aquí hasta que otro no me vuelva a picar la guía y me desafíe a entrar en mi tema predilecto sobre el cual podría seguir escribiendo pero... BASTA!

3 Comments:

Blogger Hugo Olea Morales said...

Señor director:
Tocaba la Orquesta Sinfónica de la UdeC el Concierto para Piano número 21 de Mozart, con un director y un pianista argentinos.
Escuchaba el segundo movimiento cuando oí nítidamente compases de tango. Al llegar a casa escuché el concierto en un CD y, obviamente, por ninguna parte había nada parecido a un tango. Algunas semanas después conversé con un miembro de la orquesta, y al preguntarle, me dijo que ellos en el ensayo general notaron tal cosa pero pensaron que era una broma del director y del pianista; pero cuando lo repitieron en pleno concierto, encontraron que era una falta de respeto. Para recalcar esto me dijo: imagínate que Marcela Mazzini toca este concierto en el Teatro Colón de Buenos Aires y pone dos airecillos de cueca entremedio. Sencillamente la masacran. Pero aquí no pasó nada.
Creo que se necesita una explicación

Luis Ibieta Bunster

Ricardo:esta carta apareció en SUR,luego alguien escribió que tal cosa era más o menos usual en la época de Mozart,y en otras.¿Qué opinas?

7:20 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hugo:
La figura musical de la cadenza viene de los tiempos del barroco. Recordemos por ejemplo la hermosa cadenza del 5. concierto Brandenburgués de J.S. Bach para clavecín como solista.

La cadenza se presenta al final de cada movimiento y permite al solista lucirse con una improvisación generalmente mostrando su virtuosismo. Ahí resume los temas importantes del movimiento. El intérprete tiene absoluta libertad em interpretar lo que se le antoje.
Diría que hasta la época del romanticismo los solistas efectivamente improvisaban mostrando sus dotes de buenos intérpretes. Seguramente iban con ideas preconcebidas pero en su momento de verdad tocaban a su gusto. Algo así como es en el jazz.

Ahora, es cierto que muchos conciertos clásicos se identifican con una determinada cadenza. Pensemos en tal vez más clásico y conocido de los conciertos: "El Emperador" de Beethoven. Que yo sepa, hay una sola cadenza que es del compositor mismo.

En los conciertos de Mozart, que es el caso en comento, hay cadenzas de él como de los sucesivos intérpretes hasta el día de hoy. Por lo mismo un mismo concierto tiene varias.
Ahora, la que tocó el pianista en su concierto, fue una cadenza "piazzolesca", al estilo y ritmo de tango. Perfectamente válido. Nada que criticar. El punto parece, por lo que leí en la carta del diario, es que el lector decía que no le molestó la cadenza moderna sino más bien toda la actuación del pianista, que no estuvo a la altura de una interpretación de una obra de Mozart.
Ricardo

8:19 p. m.  
Blogger Hugo Olea Morales said...

Docta explicación.

10:20 p. m.  

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